En busca del océano, el río recorre innumerables caudales, nace del limpio y cristalino manantial ignorando su destino pero fluye en busca de EL intuyendo que en el final estará su principio. Aprende de cada piedra, de cada rama, de cada escollo superado, arrastrarlos estancaría su recorrido, pudriría sus aguas.Cumple así SU VOLUNTAD, tanto en el cielo como en la tierra, fortaleciendo al mar con su inmensa carga de vida y energía. Sólo en ese momento tomará consciencia de que forma parte de un maravilloso ciclo que une TODA la existencia.
Ese es su compromiso. Esa es su razón de ser.
Hay otros que en su dispersa búsqueda no consiguen el cauce adecuado y se diluyen entre el barro del camino o aquellos que en la desesperación por descubrir su destino arrasan con todo a su paso convirtiendo su carga en un insuperable dique...y que decir de los afluentes que, incapaces de reconocer por sí mismos el recorrido, buscan plegarse a la corriente de un rio limpio, constante y fluído.
Al final Bruce tenía razón..."hay que ser como el agua".
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