Verano de 1985. Mendigo duerme la siesta en el portal de una peletería de la Plaza del Sol de Madrid ante la indiferencia de los cientos de transeuntes que deambulan por la zona del Madroño. Desde el escaparate un pequeño e inerte visón, víctima de su belleza, observa al compañero de velada. Esclavo de la vanidad humana, perdurará en el tiempo acariciando cuellos hambrientos de roce, el destino ha canjeado su libertad por una plácida y eterna estancia. Mientras que el hombre, libre en decisiones aunque prisionero de la necesidad, pasea sus penas esperando, sin saberlo, que la más anciana de las Parcas corte al fín su hilo vital.
Como Segismundo, ambos se preguntan "...aunque si nací, ya entiendo, que delito he cometido".
CANON F1 / 28mm 2.8
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