Veinte

Esto de escribirte cada cumpleaños ya se va convirtiendo en rutina, así que, este año creo que me dedicaré a buscarte un buen regalo, y dejamos las letras para los 21, o los 30… cuando hayan más ganas.

¡Ya lo tengo!, para variar, he pensado en un libro: Ehmmm, la historia de Alicia y su mundo maravilloso. Tal vez, porque que me recuerdas algo a ella… ¿o ella a ti? 
 Y eso que no lo he leído aún, bueno, lo de ‘aún’ significa que nunca lo leeré. Siempre hay que dejar algo pendiente; que te apetece, pero no haces. Nos ayuda a vivir.

Como Alicia, entramos perdidos al País de las Maravillas.
 Hasta que un gato mágico con enorme sonrisa, intenta confundirnos más aún: 
¿Que camino tomar?
 Bueno, eso depende de adonde quieras ir.
 ¿Que te da igual?
 Entonces, no te preocupes por el camino… todos conducen a alguna parte.
 Claro está, siempre que camines lo suficiente.
 ¿Pero, cómo sabemos cuando es suficiente?
 Evidente, cuando lleguemos a alguna parte.
 ¿Y si nos detenemos?
 Una pena. No estaremos a tiempo en el cumpleaños de la reina, para ver como intentan decapitar a un gato sin cabeza.
A la reina de corazones no le gusta la gente que piensa, se equivoca, aprende…
Y es que, mientras se cumplan años, nada se detiene.
 Siempre estamos en movimiento, sólo que, cuando vamos para atrás parece que no avanzamos… luego, hay que recuperar el tiempo perdido. 
Si conocieras al Tiempo tan bien como lo conozco yo, no hablarías de perderlo. ¡El Tiempo es todo un personaje!, advertía el Sombrerero Loco. 
El conejo blanco lo sabe, y por eso las prisas. Reloj en mano, no quiere llegar tarde a ninguna parte.
Ya decía Cheshire que todos estaban locos por allí. Hasta la misma Alicia, que se creía cuerda, está tan pirada como los demás.
 ¡Si no estuvieras loca, no estarías aquí…!, le recordó el invisible y sonriente minino.
 Sólo se trata de aceptar la locura, de comprenderla.
 Desde luego, no se puede ser muy normal y vivir en este mundo.
 Te levantas en la mañana y ante el espejo dices: soy yo.
 Poco dura, hasta que te acuestas de nuevo no haces más que cambiar. Que si creces o encoges, te ríes o te enfadas… es desconcertante. Aunque la oruga no lo cree así, piensa que siempre estamos igual. Precisamente ella que, algún día, va a emprender el vuelo convertida en mariposa.

Pero… ¿Y nosotros no? Es cuestión de ponerse alas.

¿Te parecen pocas, la imaginación? 
Imagina algo, lo que sea, con fuerza… y ve a por ello. 
Caminando lo suficiente, siempre llegarás a alguna parte.
 Bueno, como te dije, este año no te escribiré nada… tal vez el próximo.

FELIZ VEINTECUMPLEAÑOS, HIJA PEQUEÑA PREFERIDA.

Aprovecho que no te he escrito nada para decirte que TE QUIERO.

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